miércoles, 9 de diciembre de 2015

Algunas Ideas Para Mejorar La Educación Rural Venezolana Parte 5



V. Instruir a los equipos directivos de los N.E.R para potenciar los modos de actuación de estos profesionales en función del tipo de escuela que les corresponde dirigir.

Sé que son duras mis palabras y que probablemente puedo herir susceptibilidades, pero asumo con responsabilidad dichos planteamientos porque considero que en esta  coyuntura es absolutamente necesario hablar claro y sin tapujos. La escuela rural lo merece. Los niños y niñas de nuestros campos lo requieren. Nuestra patria lo exige.
El art.43 de la LOE (2.009) señala que “La supervisión y dirección de las instituciones educativas serán parte integral de una gestión democrática y participativa, signada por el acompañamiento pedagógico.” Por tal razón, el acompañamiento, visto desde esa  perspectiva, constituye un proceso clave y vital para lograr los fines de la educación y por ende  garantizar la calidad y pertinencia de los aprendizajes alcanzados por los y las estudiantes.
Dicha labor, cobra aún más importancia si nos trasladamos a la escuela rural, tradicionalmente menos atendida que la escuela urbana y con realidades y situaciones que la hacen parecer “de otro mundo”. Tanto así, que se habla de “educación rural” y se asume como modalidad requiriendo “adaptaciones curriculares de forma permanente o temporal con el fin de responder a las exigencias de los diferentes niveles educativos” (LOE, art.26)
No obstante, es común encontrarse en escuelas rurales, especialmente en los Núcleos Escolares Rurales (NER), con equipos directivos que poseen  poca formación para afrontar la realidad y los retos de esta modalidad desde una postura científica y solvente; amén de que poseen escaso personal y no cuentan, en la mayoría de los casos, con las destrezas y aptitudes necesarias para afrontar con éxito la titánica tarea que implica dirigir escuelas rurales dispersas y con aulas multigrado, lo que incide determinantemente en la calidad de los procesos desarrollados en estas instituciones y por su puesto en los resultados que se obtienen.
Por otra parte, la supervisión zonal y municipal, por lo común  no responde ni orienta adecuadamente los procesos propios de estos planteles, porque al igual que los equipos directivos de la mayoría de los NER y otras escuelas rurales graduadas, obvian elementos vitales del proceso de dirección al no adaptar su praxis a las condiciones particulares de esta  modalidad y de estos centros perdiendo así la oportunidad de suministrar orientaciones y/o instrucciones que en verdad ayuden a estos planteles a lograr un mejor funcionamiento y una mayor eficiencia.
Recordemos que, según los Resultados de la Consulta Nacional por la Calidad Educativa (2.014), “los estudios señalan que del total de planteles educativos el 54,47% están en sectores rurales, muchos de ellos agrupados en Núcleos de Educación Rural (NER) que para 2.014 totalizaban 7.603.”(p.66), lo cual nos da una perspectiva de cuán importante puede ser una gestión de calidad en estos centros, que representan más de la mitad de nuestras escuelas.
De allí que sea absolutamente necesario instruir a los equipos directivos de los N.E.R para potenciar los modos de actuación de estos profesionales en función del tipo de escuela que les corresponde dirigir. La formación de los directores permitirá adecuar su desempeño a través del mejoramiento de su capacidad pedagógica profesional de dirección para las especificidades de la educación rural. En este sentido se hace necesario el diseño de diplomados, cursos, talleres y otras jornadas de formación permanente que permitan a estos profesionales obtener las capacidades y aptitudes necesarias para asumir correctamente  el proceso de dirección en  centros con tan particular situación.
Entiendo que en los últimos años se han realizado una importante cantidad de jornadas de formación para directores y supervisores, y que en ella han participado sino todos, la mayoría de los directores de planteles rurales. No obstante, sigue siendo necesario profundizar dicha formación y darle especificidad de acuerdo al contexto donde les corresponde dirigir. No basta con dar un conjunto de teorías y conocimientos generales, hace falta “desmenuzar” dichos contenidos y contextualizarlos al ámbito de la escuela rural, así como también aportar nuevos contenidos que vayan surgiendo de la dialéctica implícita en esta dinámica.
Como elementos de la formación sugiero que se haga énfasis tanto en la organización escolar como en los procesos de acompañamiento y entrenamiento metodológico que deben desarrollar el director y su equipo, pues, es en estos aspectos donde se nota la mayor debilidad de dichos colegas. Estos profesionales  deben poseer total capacidad para asumir el entrenamiento metodológico de los docentes que lo requieran en los aspectos que lo requieran para un óptimo desempeño en la planificación, organización, desarrollo y evaluación de la clase tanto en el aula normal como en el multigrado, donde por lo general existen mayores deficiencias.
También propongo  que se conforme a nivel municipal, regional y nacional, redes de apoyo donde los miembros de los NER cuenten con un espacio de reflexión e intercambio permanente de experiencias, inquietudes y aportes, para generar alternativas que fortalezcan su praxis, y que además reciban apoyo constante de equipos creados para tal fin con profesionales profundamente capacitados para esa tarea y con disposición de ayudar a sus colegas en lo necesario.
Por otra parte debe seleccionarse para los NER a supervisores que conozcan la escuela rural, que estén consustanciados con su dinámica y posean las herramientas tanto cognitivas como metodológicas para actuar con solvencia y acompañar con éxito a estas escuelas. De no ser así estaríamos repitiendo los mismos errores: supervisores tratando de mejorar, sin suerte, escuelas que no comprenden; directores que no acompañan ni contribuyen a mejorar el desempeño profesional de los docentes y por último, maestros que no pueden desarrollar un proceso con la calidad y pertinencia que requiere nuestro sistema educativo porque simplemente no cuentan con las aptitudes y habilidades que se requieren para tal fin.
Para finalizar, es impostergable que se dé la integración real y efectiva de  los Consejos Educativos en las tareas de dirección, desde una postura de respeto y apertura, enmarcándose en las funciones que les atribuye la ley e integrando de una vez por todas a la comunidad en términos que contribuyan a viabilizar finalmente aquellos postulados de “La escuela como centro del quehacer comunitario” y “La comunidad como centro del quehacer educativo”. Todo ello, insisto, en un clima de total respeto, entendimiento y profesionalismo. Recordemos que existen muchas susceptibilidades al respecto.
Para ello los directores de los NER y escuelas rurales graduadas deben perder el temor de abrir las puertas a la comunidad organizada y permitirles ir más allá de la simple participación para que asuman el protagonismo que le corresponde. Por otra parte, los miembros de los Consejos Educativos y la comunidad deben cerrar filas con la escuela y confiar en esta institución para que desde una Gestión Escolar Comunal se consolide el desarrollo de una escuela y una comunidad rural fortalecida.