domingo, 16 de agosto de 2015

¿Por qué mi interés en la educación rural?


¿Por qué mi interés en la educación rural?

José Francisco Buttó


            Desde muy joven me inicie como maestro en una escuela rural de  una comunidad muy apartada, donde ser maestro  era toda una proeza y una tarea digna de titanes, pues, además de caminar durante horas para llegar allí y luego para regresar a casa, contábamos con muy pocos recursos y ninguno de tres servicios fundamentales: agua potable, electricidad y aguas servidas, amén de carecer de algún centro médico o ambulatorio en los alrededores. Sin embargo, aquello para mí fue algo grandioso, una experiencia totalmente distinta a cualquier cosa que había hecho o imaginado. Recibir día a día a aquel grupo de niños de 1er grado, que ni siquiera habían pasado por preescolar e iniciaban su camino al mismo tiempo que lo hacía yo, pero en un rol diferente, constituyó para ese momento el más grande reto de mi vida y una enseñanza que marcó para siempre mi existencia y logró que poco a poco empezara a enamorarme de una carrera que comenzó como un trabajo más  y terminó siendo la gran vocación de mi vida.
            Trabajar en ese plantel durante ocho años   me hizo ver y padecer de cerca los problemas propios a esa realidad rural: la inequidad de los servicios educativos brindados (calidad y accesibilidad), la pedagogía de aula multigrado, la incidencia de las condiciones de pobreza en el proceso de aprendizaje, el ausentismo y el abandono escolar como única salida ante un modelo de educación impuesto y lejano a la realidad de las comunidades rurales.
En un momento que yo no sabría precisar, quizá alrededor de año 2.008 empecé a preguntarme, de qué manera otros países habían dado respuesta a estos problemas, cuáles eran las formas que se habían encontrado para resolverlos. Entonces empecé a ver para afuera y fui encontrando experiencias cubanas, mexicanas, chilenas, brasileras, colombianas, argentinas y españolas; al tiempo que tímidamente me acercaba a documentos que aparecían en inglés y que provenían de las asociaciones de educación rural de los Estados Unidos o de naciones europeas; sin embargo, mi iniciativa fue un poco cortada por el argumento -tal vez un poco cargado de prejuicio ideológico- de algunos colegas que me decían: "Buttó, la escuela rural norteamericana o europea no puede enseñarnos nada, somos tan distintos, ellos tienen recursos y nosotros no, tenemos mentalidades diferentes, etc."
.           Por otra parte, para mi sorpresa y decepción, pocos colegas me apoyaban en esta iniciativa, mucho menos lo hacían las autoridades educativas, que al hablarles de escuelas multigrado, daban la impresión de que no tenían idea de esta problemática y valoraban muy poco su impacto e importancia, incluso algunos dudaban de su estatus como problema educativo y lo desdeñaban y minimizaban hasta hacerlo invisible (para ellos).  
Pero no se puede tapar el sol con un dedo, así que seguí en solitario con mi exploración y luego comencé a realizar mis propios planteamientos y a descubrir trabajos de algunos autores (Jesús Núñez, Gastón Sepúlveda, entre otros) que me abrieron los ojos a otras realidades y fueron ayudándome a configurar una propuesta propia que se adaptara a la realidad de nuestro país y diera respuestas a las generalidades y a las particularidades de la educación rural venezolana. Una propuesta que recogiera lo mejor de nuestro sistema educativo y lo hiciera digno de esos niños y niñas que cada día asisten a la escuela del campo con la esperanza de un mejor mañana: “Inventamos o erramos”.
En otras entregas estaré conversando sobre esta propuesta y desarrollando cada punto de la misma para que los lectores puedan opinar y contribuir a mejorarla y enriquecerla con sus aportes.

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